domingo, 14 de febrero de 2010

Filosofía y Educación en Epicteto

Filosofía y Educación en Epicteto

Por: Alexandra Peralta Verdiguel
cerdita12@yahoo.com.mx

¿Qué lugar tendrá el filósofo en la ciudad?
Será el de escultor de hombres.
Simplicio.[1]

No sería exagerado extender tal sentencia de Simplicio[2] a toda la filosofía antigua. Ciertamente el filósofo antiguo entendía que la vida filosófica implicaba el amor por los hombres y el interés por su perfeccionamiento. De este modo comprendemos ciertas prácticas de los filósofos antiguos, de aquellos que se paseaban por los lugares más concurridos interrogando a sus conciudadanos, cuestionándolos sobre la forma en que viven, sobre el valor de las cosas y de aquello que requiere mayor atención, el alma (tal como lo hacía Sócrates). Había otros que con ataques, ironías o gestos simbólicos provocaban la reflexión sobre la vida buena (las prácticas de los cínicos). Otros más preferían exhortar y dar lecciones en la plaza pública (como muchos estoicos). O bien optaban por la intimidad de sus escuelas o jardines (por ejemplo los epicúreos). Lo que hay de común en ellos es el papel del filósofo como educador.
Todas estas prácticas son pruebas irrefutables de que el filósofo antiguo se tomaba en serio su misión educativa. En palabras de Hadot “la filosofía antigua consiste más en un ejercicio pedagógico e intelectual que en una construcción sistemática”.[3] En este sentido el caso de Epicteto[4] me parece un digno representante de dicha preocupación y ocupación por la educación.
Epicteto[5] fue un filósofo estoico que vivió en la época del Imperio Romano bajo el régimen de Domiciano, Trajano y Adriano. Nació en el año 50 d.C. en Hierápolis, una ciudad de Frigia meridional. No se sabe nada de su infancia ni de su procedencia. Se cree que fue llevado probablemente de niño a Roma, donde fue esclavo de Epafrodito, un liberto de Nerón. Asistió a las lecciones del estoico Musonio Rufo y una vez manumitido tomó la túnica de los filósofos y se dedicó a la enseñanza de la filosofía en Nicópolis. Murió entre 125-130 d.C. No se sabe la causa de su deceso.
Su retrato sería el siguiente: era “cojo y barbudo, vestido sencillamente, pobre y practicando un desapego total con respecto a los objetos materiales, consideraba con todo que un profesor de filosofía debía ir aseado para no resultar repulsivo a sus alumnos […] Su vida no podía ser sino frugal”.[6]
Para Epicteto (como para la mayoría de los filósofos antiguos) la filosofía es una forma de vida. Al respecto señala el filósofo Théodore Colardeau: “Dos palabras podrían resumir su existencia, a la manera de algunos epitafios antiguos que aún permanecen célebres: fue pobre y enseñó. La filosofía no era para él una distracción, un descanso o una consolación de las grandezas, de las preocupaciones o de las miserias de la vida: era su vida misma”.[7]
Los estoicos reconocían que la filosofía consistía tanto en una práctica como en un discurso, el cual tiene valor en la medida en que ayuda a transformar el modo de vida, forma parte de la vida filosófica pero no es un fin en sí mismo. La práctica constituye el núcleo fundamental del estoicismo.
La materia de la práctica filosófica es la vida misma. Para los estoicos, no tiene sentido discurrir sobre la lógica, la física o la ética, si no mostramos cambios en nosotros mismos, tales cambios pueden ser drásticos y por eso a los filósofos de la antigüedad se les reconocía por su atopia[8], es decir, por su singularidad, por su diferencia drástica con los no filósofos. El filósofo antiguo se nos presenta como un hombre raro, vive de una manera diferente a la de los demás y es congruente consigo mismo. Esto mismo encontraremos en el esclavo filósofo.
El estudio de los textos antiguos resulta complicado porque ellos siempre remiten a la vida del filósofo. Además, la enseñanza de Epicteto fue oral, los textos que su discípulo Arriano escribió son sus notas de clase y recordatorios importantes. Desde esta perspectiva hay que leer el texto antiguo. Hadot señala que:
la obra filosófica aparece ligada a la oralidad porque la propia filosofía antigua tiene carácter, antes que nada, oral. Podía suceder perfectamente que alguien se convirtiera leyendo un libro, precipitándose al encuentro con el filósofo para que éste le explicara sus palabras, para preguntarle, para discutir con él y con otros discípulos en el marco de una comunidad entendida siempre como lugar de discusión. En relación con la enseñanza filosófica, la escritura no supone más que un complemento de la memoria, una especie de pizarra que no puede sustituir jamás a la palabra viva.[9]
Esto es lo que sucede en el caso de la enseñanza de Epicteto, es de carácter oral pero nosotros la conocemos por los escritos de su discípulo, que no son más que un eco de aquella experiencia filosófica. Sin embargo de ellos nos tenemos que servir para comprender el carácter de la enseñanza de Epicteto.
Arriano escuchó las lecciones de Epicteto en Nicopólis y escribió las Disertaciones y el Enquiridión[10], que son las dos obras que nos permiten conocer el pensamiento y vida del filósofo estoico. Sin embargo, Arriano no se dedicó a la filosofía como su maestro, sino que fue un hombre de Estado. A este respecto Pierre Hadot señala que: “Arriano trata de vivir como filósofo, ejerciendo una actividad política y administrativa, esforzándose por conservar en el espíritu los preceptos de la escuela filosófica a la que pertenece, ya sea escribiéndolos o meditándolos”.[11] Así, Arriano era conocido como filósofo por haber sido discípulo de Epicteto. Comenzó su carrera política bajo el imperio de Trajano y Adriano, fue procónsul en España y cónsul en Capadocia. Finalmente, se retiró a Atenas. Murió posiblemente durante el reino de Marco Aurelio.
Arriano tomaba nota de las lecciones, que en principio eran sólo un apoyo a la memoria. Fue casualidad que las notas se distribuyeran, y cayeran en el dominio público. Arriano al darse cuenta de esto se vio obligado a realizar una versión “oficial” de sus escritos. Así lo expresa en la carta a Lucio Gelio que sirve de prefacio a las Disertaciones:
Por lo que a mí toca, no tiene gran importancia si parezco torpe al escribir, y para Epicteto no tiene ninguna el que alguien desprecie sus discursos, puesto que era evidente que al pronunciarlos no deseaba cosa alguna que no fuera mover hacia lo mejor los ánimos de sus oyentes. Si estos discursos consiguieran al menos eso, tendrían, creo, lo que han de tener los discursos de los filósofos. Si no, sepan al menos quienes los lean que cada vez que él los pronunciaba quienes le oían experimentaban por fuerza justamente lo que él quería que experimentaran. Pero si estos discursos no lo consiguen por sí mismos, quizá sea culpa mía, quizá sea forzoso que así ocurra.[12]
El objetivo de Arriano era transmitir lo que provocaba estar frente al maestro, dialogar con él. Originalmente las Disertaciones estaban compuestas por ocho libros, de los cuales han llegado hasta nosotros sólo cuatro. En ellas encontramos, diálogos, exhortaciones o lecciones, que nos sirven para hacernos una idea de cómo debían ser las lecciones de filosofía y el trato del filósofo con el discípulo.
En cuanto al Enquiridión, según Colardeau “fue compuesto posteriormente por el mismo Arriano después de las Disertaciones, escogió de estos los pasajes que le parecían los más útiles y los más indispensables en filosofía y al mismo tiempo los más propios para hacer impresión en las almas”[13]. Así, el Enquiridión serviría a aquellos que quieren vivir como filósofos y al mismo Arriano para tener siempre presente las enseñanzas. El Enquiridión es un breviario, contiene muchos consejos y reglas, las cuales son consecuencias prácticas de la filosofía estoica que no es explicada en este libro. Por eso “los preceptos así concentrados serán un alimento muy fuerte en el tiempo ordinario: es necesario extenderlos una vez más para juzgar el gusto que deben tener y los efectos que deben producir”.[14]
En cuanto a sus lecciones se sabe que seguía un modelo que era común al periodo de la filosofía del Imperio Romano. Primero se enunciaba alguna tesis estoica, o se leía algún fragmento de Zenón o Crisipo, posteriormente se hacía un comentario, se explicaban algunas cuestiones de la doctrina estoica, cuestiones de lógica, física (cosmología y teología) y por supuesto, ética. En algunas ocasiones eran los discípulos los que exponían la doctrina y Epicteto los corregía e incluso reprendía –cuando querían hacer alarde de sus conocimientos. La función del comentario es indispensable pues “cada comentario es considerado un ejercicio espiritual, no sólo porque la indagación del sentido de un texto exige en realidad cualidades morales de modestia y de amor a la verdad, sino también porque la lectura de cada obra filosófica debe dar origen a una transformación en el oyente o el lector del comentario” [15].
Después de este ejercicio de exégesis, que era el punto de partida para la reflexión, Epicteto dialogaba con alguno de sus discípulos o alguno de los oyentes curiosos que visitaban al filósofo. El ejercicio del diálogo seguía el modelo del diálogo socrático, pues Epicteto era un gran admirador de Sócrates, el cual, junto con Diógenes el cínico[16] son siempre para nuestro filósofo ejemplos morales.
La enseñanza de Epicteto, no se limitaba a dar lecciones. Él mismo era un modelo de virtud para sus discípulos. Vivía modestamente, tenía muy pocas posesiones, practicaba el desapego de las cosas materiales (una vez que le robaron su lámpara de hierro, la sustituyó por una de barro) e incluso mostraba la tranquilidad de un estoico (tal como se puede entender la anécdota sobre su cojera). El filósofo era entonces un guía espiritual:
Al filósofo se le exigía que fuese no solamente profesor, sino también, y ante todo, maestro, guía espiritual, verdadero director de conciencia; lo esencial de su enseñanza no se impartía desde lo alto de la cátedra, sino en el seno de la vida común que lo unía a sus discípulos: más que su palabra su ejemplo, el espectáculo edificante de su sabiduría practica y sus virtudes.[17]
Aquí se entiende al filósofo como pedagogo, en el sentido de acompañante y educador moral de su discípulo. No basta con ser un técnico, es decir, enseñar lógica, un lenguaje técnico y hacer exegesis de los textos sino de enseñar a vivir como filósofo, para ello hay que tener vocación y como diría Epicteto se debe estar destinado por Dios para cumplir esta misión. Al respecto podemos citar las palabras que Epicteto profirió cuando señalaba la diferencia entre un filósofo y aquel que sólo quiere presumir:
Pero es que quizá no baste con ser sabio para ocuparse de los jóvenes. También es necesario tener cierta habilidad y cierta aptitud para ello, ¡por Zeus!, y un cuerpo de cierta clase y, ante todo, que la divinidad aconseje ocupar ese campo, como aconsejó a Sócrates que ocupara el campo de la refutación, como aconsejó a Diógenes el de la realeza y la crítica, como aconsejó a Zenón el de la enseñanza y la preceptiva. Pero tú abres consultorio medico sin tener nada más que medicamentos, sin saber ni ocuparte mucho de dónde o cómo hay que aplicarlos.[18]
Ciertamente para enseñar filosofía hay que tener una vocación y, por supuesto, ser antes uno mismo filósofo. Para llegar a ser filósofo se requiere una elección existencial y la practica constante de los ejercicios espirituales. Para los estoicos se llega a ser filósofo por medio de una educación que tiene como fin ayudar a que el discípulo realice la distinción entre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros. Puesto que para la Estoa el universo está determinado, el único espacio de libertad es la moral. Para hacer el bien es necesario distinguir que sólo nuestros deseos, nuestros juicios y nuestros asentimientos dependen de nosotros.
En este sentido la educación para los estoicos consiste en ayudar a los hombres a realizar esta distinción de lo que depende de nosotros para llegar a un estado de ataraxia, pues todo lo que pase, pasa y es querido por nosotros. Epicteto dice “en eso consiste la educación, en aprender a querer cada una de las cosas tal y como son. ¿Cómo son? Como las ordena el que las ordenó”[19]. Así, el frecuentar a los filósofos estoicos, escuchar y poner en práctica sus enseñanzas, educa al discípulo para que pueda distinguir el bien moral y el mal moral, haciendo esto se es totalmente libre y se encuentra la armonía del todo.[20]
El discurso filosófico de los estoicos y la práctica nos ayudan a realizar esta distinción. El discurso se dividía en lógica, física y ética los cuales tenían sus correlatos en la práctica. La lógica es importante para distinguir entre juicios falsos y verdaderos. La física contiene las ideas cosmológicas y teológicas de los estoicos, por ello nos sirve para comprender el universo y el papel del hombre en ese orden determinado por dios. La ética nos dice cómo actuar y que valor tienen las cosas indiferentes. Ahora bien, para Epicteto y para los estoicos el fin de la vida consiste en llegar a ser sabio. Debido a que el sabio es virtuoso, vive de acuerdo con la naturaleza, alcanza el ideal de la ataraxia, la autarquía y una conciencia cósmica. Lo que le permite ser totalmente libre, jamás tiene perturbaciones, en pocas palabras, vive como un dios.
Sin embargo, “la sabiduría es finalmente inaccesible a los hombres, quienes sólo pueden intentar aproximarse a ella”[21], entonces, lo que debe perseguir el hombre es llegar a ser filósofo. Esforzarse en el camino de la filosofía, realizar progresos en uno mismo y ayudar a los otros a que los hagan. De esto se sigue que si bien no se puede formar al sabio estoico, si se puede ser un filósofo estoico. La figura del sabio será siempre un ideal.
Ciertamente el ideal del sabio estoico es difícil de conseguir, no obstante, recordemos que Epicteto insiste en el progreso del que quiere ser filosofo, es decir, acepta que en lo moral hay progresiones que pueden acercar al aprendiz al ideal de sabio. Además, la sabiduría para los estoicos es práctica, por eso se recurre a la figura de Sócrates y Diógenes el cínico. Ahora bien, si aceptamos que hay progreso moral, la enseñanza de Epicteto está justificada. Conviene elucidar las cualidades que debe poseer el sabio estoico.
En cuanto a la libertad, ésta consiste en aceptar lo que sucede tal y como sucede, esto es, no permitir perturbaciones en el alma por el hecho de que algo que es deseable no pase o porque pase de otra forma. El sabio estoico posee una moral autónoma regida por la razón y en armonía con la Naturaleza, por eso no puede tener perturbaciones por las circunstancias externas a él, además cuando accede a un estado de conciencia cósmica, de su papel en el mundo y la grandeza de éste, logra desprenderse del punto de vista egoísta del hombre.
La libertad del sabio también tiene una función en la sociedad, en la vida cotidiana el sabio debe mostrar los actos convenientes que realiza el hombre justo, esto es, debe practicar la doctrina de los deberes que los estoicos proponían. El sabio debe realizar acciones apropiadas a la naturaleza racional del hombre, por ejemplo, amar la vida, a sus conciudadanos, ser sociable, servir a la patria, casarse, entre otras. La acción apropiada, es una elección moral que debe ser virtuosa (depende de nosotros) pero que se inserta en las circunstancias y acontecimientos exteriores (no depende de nosotros), permite al sabio orientarse en la vida cotidiana sin perturbarse por el resultado incierto de sus acciones.[22]
La ataraxia para la filosofía helenística significa la imperturbabilidad del alma. Para los estoicos la vía para alcanzar la imperturbabilidad y con ello la serenidad está relacionada con la vida conforme a la Naturaleza. Se logra la imperturbabilidad al aceptar la distinción de las cosas que existen: asumir la responsabilidad de las cosas que dependen de nosotros, y aceptar que la existencia del hombre está condicionada por el destino, es decir por la Naturaleza que es la Razón universal. Según los estoicos, se puede evitar el sufrimiento cuando comprendemos la necesidad de que las cosas pasen como pasen, así el filósofo logra desapegarse de los bienes materiales, aceptar la existencia mortal del hombre y admitir las desgracias propias y ajenas. Hay que resaltar que no se trata de ser una estatua, insensible, sino de evitar las perturbaciones en el alma.
Claramente, la ataraxia está íntimamente relacionada con la apátheia, que básicamente sostiene que el filósofo no debe ceder a las pasiones, a las apetencias del cuerpo, a los deseos o impulsos, sino que debe controlarlos e incluso rechazarlos cuando sea necesario. Así, confirmamos la afirmación anterior, no se trata de ser una estatua sino de ser cauteloso con las pasiones, deseos e impulsos. El filósofo es sensible consigo mismo y con los demás pero no sufre por ellos. Se trata de lograr la serenidad de ánimo.
Asimismo, la autarkeia es fundamental para comprender el ideal del sabio estoico. Tal palabra significa que la felicidad consiste en una autosuficiencia, es decir, en valerse de sí mismo para ser feliz, depende de uno mismo la felicidad. Aquél que logra percibir la necesidad de la Naturaleza y su lugar en la existencia llega a la felicidad, puesto que no necesita ni bienes materiales, ni honores, ni reconocimientos, ni placeres excesivos, sino que se basta a sí mismo. Recordemos la vida de Epicteto, un hombre pobre que no necesitaba nada más allá de lo necesario, también podemos traer a la mente a Diógenes el cínico que vivía austeramente, poseía una alforja y comía lo que la gente le regalaba, no necesitaba casa pues su casa era el mundo.
El filósofo puede progresar hacia el ideal de sabio estoico. Esto se realiza por medio de una educación que incluye la práctica de ejercicios espirituales, para aprender a vivir, aprender a dialogar, aprender a leer y aprender a morir. Asimismo, se debe aprender el autodominio. Todo esto con el fin de lograr una transformación en el alma y llegar a ser filósofos.
Podemos concluir que la filosofía estoica nos indica un camino para la felicidad, entendida en términos de la ataraxia, la autarquía y la consciencia cósmica, tal camino se recorre de la mano del guía espiritual y finalmente esto constituye una educación. La educación estoica formará filósofos que posean un discurso filosófico (lógica, física y ética) pero no se limitaran a recitarlo sino que lo vivirán, llevarán una vida filosófica que incluirá una serie de ejercicios espirituales. Encontraran la armonía consigo mismos y con los demás, pondrán al servicio de los hombres la filosofía, ya sea como terapia o como forma de vida.
Finalmente, podemos señalar que la lección que nos deja la filosofía helenística y en específico el estoicismo es la clara relación entre filosofía y educación. El filósofo asume su responsabilidad de escultor de hombres. Queda abierta la pregunta de ¿es posible y deseable pensar algunos elementos del estoicismo para nuestra situación actual? ¿En que medida nos puede ayudar la sabiduría antigua en nuestra vida contemporánea?


[1] Citado por Hadot, P. ¿Qué es la filosofía antigua?, México, FCE, p. 232
[2] Simplicio fue un filósofo neoplatónico que vivió en la primera mitad del siglo VI d.C. Fue originario de Cilicia en Asia y fue discípulo del neoplatónico Ammonio en Alejandría. Resulta significativo que el mismo Simplicio haya escrito un comentario al Manual de Epicteto, pues consideraba que contenía el tipo de exhortaciones necesarias para dotar al discípulo que se iniciaba en la filosofía una enseñanza ética que le iba a permitir progresar en sus estudios. Vid. Ilsetraut et Pierre Hadot. Apprendre à philosopher dans l’Antiquité. L’enseignement du « Manuel d’Épictète » et son commentaire néoplatonicien. Paris, Librairie Général Française, 2004
[3] Hadot, P. Ejercicios espirituales y filosofía antigua. Madrid, Siruela, 2006, p. 307
[4] Del griego Επίκτητος que quiere decir adquirido o vendido.
[5] Sobre su vida nuestros conocimientos son limitados. Las principales fuentes para conocer la vida y obra de este filósofo son las dos obras que nos legó su discípulo Arriano de Nicomedia y algunas referencias de filósofos posteriores como Marco Aurelio y Simplicio. Sin embargo, se admite generalmente las fechas de nacimiento y muerte de Epicteto.
[6] Duhot, Jean-Joël, Epicteto y la sabiduría estoica. Barcelona, Editorial José J. de Olañeta, Editor, 2003, p. 34
[7] Colardeau, Théodore. Étude sur Épictète. Paris, encre marine, 2004, p. 10 (la traducción es mía)
[8] El término atopia es utilizado por Platón en el Banquete 215 a y en el Teeteto 149 a, para designar la singularidad y extravagancia de Sócrates. Hadot explica este aspecto de Sócrates en Elogio de Sócrates. Barcelona, Paidós, 2008. Por otro lado J. Domanski lo extrapola a la figura del filósofo antiguo. Vid. Domanski Juliusz, La philosophie, théorie ou manière de vivre? Les controverses de l’Antiquité à la Renaissance. Fribourg Suisse, Cerf, 1996.
[9] Hadot, P. Ejercicios espirituales y filosofía antigua, p. 222
[10] Ἐγχειρίδιον (Enquiridión), es una palabra griega que designa lo que está a la mano, lo que es fácil de asir y está disponible, suele ser traducido como Manual.
[11] Hadot Pierre et Ilsetraut, Apprendre à philosopher dans l’Antiquité. L’enseignement du « Manuel d’Épictète » et son commentaire néoplatonicien. Paris, Librairie Général Française, 2004, p. 14. (la traducción es mía)
[12] Salutación de Arriano a Lucio Gelio, 5-8, en Epicteto, Disertaciones por Arriano. Madrid, Gredos, 1993.
[13] Colardeau, Op. Cit., p. 27 (la traducción es mía)
[14] Ibíd. p. 30 (la traducción es mía)
[15] Hadot, Pierre. ¿Qué es la filosofía antigua?, p. 172
[16] El cinismo es una filosofía helenística, su principal precepto es “vivir conforme a la naturaleza”. El fundador del cinismo fue Antístenes, discípulo de Sócrates. La figura más representativa de esta filosofía fue Diógenes el cínico. Es reaccionaria y estaba contra las convenciones sociales. Vid, García Gual, Carlos. La secta del perro. Madrid, Alianza, 2002.
[17] Marrou, Henri-Irénée. Historia de la educación en la Antigüedad. México, FCE, 1998, p. 291
[18] Epicteto, Op.Cit., III, XXI, 17-20
[19] Ibíd., I, XII, 15-16
[20] Un ejemplo muy ilustrador de cómo se daría la educación desde la filosofía estoica, lo podemos encontrar en Nussbaum Martha. La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística. Barcelona, Paidós, 2003.
[21] Brun, Jean. El estoicismo. Buenos Aires, Eudeba, 1962, p. 132
[22] Para ampliar la teoría de los actos apropiados de los estoicos, Vid. Rist, J. M. La filosofía estoica, Barcelona, Crítica, 1995.

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